El traslado de los templos de Abu Simbel para salvarlos de la crecida del río Nilo, debida a la construcción de la presa de Asuán, supuso todo un desafío técnico
Imagen: Flickr.

Abu Simbel es un complejo formado por dos templos excavados en la roca, construidos por voluntad del faraón Ramsés II durante su reinado (1279-1213 a.C) para conmemorar su victoria en la batalla de Qadesh (ca. 1274 a.C.).  El templo de Ramsés II, o templo mayor, es el más grande que este faraón ordenó construir en Nubia mientras que el templo menor está dedicado a Nefertari, su primera esposa (siendo este el único templo del antiguo egipto dedicado a la esposa de un faraón). Ambos se encuentran situados en el margen izquierdo del Nilo al sur del actual Egipto, muy cerca de la frontera con Sudán , aunque como veremos más adelante no siempre estuvieron ubicados en el mismo lugar.
La construcción de los templos duró unos 20 años y su propósito era impresionar a los vecinos del sur así como reforzar la influencia de la religión de los faraones en la región. Propósito que cumplieron hasta el declive de la civilización egipcia, cuando los templos fueron olvidados y la arena del desierto fue, lentamente, adueñándose del lugar.

Templo de Ramsés a principios del siglo XX

Más de 3.000 años después de su construcción, en 1813, el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt los halló cubiertos en buena parte por la arena. A su vuelta a Europa compartió su descubrimiento con su colega Giovanni Belzoni, quien no dudó en viajar al lugar en 1815 con la firme intención de acceder a los templos.
Entrar no iba a ser tarea fácil. El templo de Ramsés, con sus cuatro colosos guardando la entrada, estaba invadido por tal cantidad de arena que Belzoni abandonó decepcionado su empresa y no la retomaría hasta 1817, dos años después. Esta vez tendría éxito. Consiguió excavar un acceso al templo para, eso sí, llevarse todos los objetos de valor que fue capaz de transportar, algo habitual en los exploradores de la época.

Emplazamiento original del templo de Ramsés II, a orillas del Nilo, en una imagen de primera mitad del s XX

La Presa

Desde la antigüedad el Nilo se desbordaba anualmente. Estas crecidas, al dejar un sedimento de nutrientes en el suelo, convirtieron las tierras próximas al río en una fértil planicie ideal para la agricultura. Sin embargo, la impredecible alternancia del nivel de las crecidas conllevaba la pérdida de cosechas enteras por anegamiento o sequía y la consiguiente hambruna en la población, por lo que se consideró necesaria la construcción de una presa que regulara el nivel de las inundaciones para proteger las tierras de labor y los campos de algodón.

La construcción de esa presa en Asuán fue iniciada por los británicos en 1899 y se concluyó en 1902. El diseño inicial, muy poco ambicioso, pronto se mostró ser inadecuado, por lo que se procedió a aumentar su altura en 1912 y de nuevo en 1933. Cuando la presa estuvo a punto de desbordarse en 1946 se decidió que, en lugar de aumentar su altura por tercera vez, se construiría una segunda presa ocho kilómetros río arriba, que además de ayudar a controlar las crecidas, suministraría energía eléctrica a buena parte del país. El problema era que esa construcción crearía un enorme lago (lago Nasser) que sumergiría bajo sus aguas una gran cantidad de tesoros del antiguo Egipto, entre ellos los fabulosos templos de Abu Simbel.

An Ariel view of the Aswan High Dam construction site.
Vista aérea de la construcción de la presa alta de Asuán, 1960

Para salvar los principales monumentos localizados al sur de la presa, una coalición de arqueólogos, técnicos y expertos de 22 países abanderados por la Unesco, comenzó a idear los planes para el rescate.
Una de las ideas fue propuesta por un productor de cine británico llamado William MacQuitty. Su idea era salvar los templos dejándolos donde estaban, y construyendo una presa alrededor de ellos que contuviera agua filtrada mantenida a la misma altura que la superficie del agua del río Nilo. Los visitantes podrían ver los templos desde unas galerías situadas a distintas profundidades. Con el tiempo, pensaba MacQuitty, la energía nuclear sustituiría a la hidráulica (sí, eran los tiempos dorados de la energía atómica y muchos pensaban que sería la gran solución a los problemas energéticos) haciendo que la presa acumulase menos agua y la consiguiente bajada del nivel permitiese poder ver de nuevo los templos. La propuesta se tomó en serio y el proyecto llegó a ser redactado y siempre ha sido considerada como sumamente elegante y probablemente la mejor en términos de conservación de los templos. Hubo otras propuestas, quizá la más descabellada era el de levantar todo el complejo sobre un conjunto de cabrias, pero todas ellas se rechazaron. Finalmente la solución adoptada sería otra.


La decisión tomada no fue otra que la de mover el mayor número de templos posible. En una carrera contra el tiempo, se procedió a desmontar pieza por pieza, literalmente, algunos de los templos más importantes, para volver a montarlos en nuevos emplazamientos, lejos de las crecientes aguas. Esa fue la suerte que corrieron, entre otros, los templos de Kalabsha, Kertassi y Bet el-Vali, trasladados a una isla en las cercanías de la presa. El conjunto de santuarios de la isla de Filae se pueden contemplar hoy en la isla de Agilkia. Otros templos, como los de Dendur y Debod, salieron de viaje hacia Nueva York y Madrid respectivamente, como signo de agradecimiento del gobierno egipcio hacia estas ciudades por la ayuda prestada. Lamentablemente, muchos otros acabaron sumergidos, a la espera de que se desarrolle una tecnología que permita su rescate y lo haga económicamente factible.

debod de noche (hdr)

Los templos de Abu Simbel no fueron la excepción. En junio de 1963 se tomó la decisión definitiva: cortar los templos en grandes bloques, de una veintena de toneladas cada uno, elevarlos hasta un nivel que los resguardase de las aguas del lago formado por la presa y reconstruirlos con todo cuidado, de manera que tuviesen una situación lo más idéntica posible a la original. Así, después de treinta y tres siglos, se volvía a trabajar por la gloria de Ramsés. Su salvamento se inició en 1964 y costó la suma de 36 millones de dólares. Entre 1964 y 1968, los templos se desmantelaron para volver a ser reconstruidos en una zona próxima, 65 metros más alta y unos 200 metros más alejada.


El desmantelamiento empezó con los bloques superiores de las fachadas junto con los bloques de piedra de los techos de los templos, y terminó con los bloques de las partes bajas. La colocación de los bloques fue realizada en orden inverso. En cualquier caso, solo una pequeña cantidad de bloques pudieron ser llevados desde el antiguo emplazamiento al nuevo de forma directa. La mayoría tuvieron que ser almacenados durante largos periodos en áreas especialmente preparadas para ello.


Los distintos bloques fueron numerados para que en la reconstrucción ocuparan el mismo lugar que antaño tenían. El periodo de almacenaje de los mismos ofreció la oportunidad de que pudieran ser sometidos a una preparación y restauración antes de ser colocados en su emplazamiento definitivo.
Sin embargo, antes de proceder con esta ardua tarea se llevaron a cabo una serie de trabajos preparatorios. En primer lugar, para evitar la llegada de las aguas durante las obras de rescate fue necesaria la construcción de un muro de contención situado frente a los templos. Se realizó también un túnel de acero que penetraba en el interior de los templos y que permitía el acceso a los mismos durante el desmantelado de las fachadas. Además, como precaución ante el incremento de presión y vibraciones provocada por la excavación y la retirada de la roca sobre los templos, se construyeron unas vigas de carga para estabilizar los techos interiores de los mismos.
Para colocar cada pieza en el nuevo emplazamiento se elaboró un mortero de unión y relleno para las mismas compuesto de polvo de piedra arenisca y un colorante cuya tonalidad era similar al de los bloques, así como cal viva y cemento blanco empleado como agente compactante.
Con el fin de descargar a los templos de la carga pesada que supone el tener toneladas de roca sobre ellos, se realizaron cúpulas que permitían tal función, así como el disminuir la cantidad de roca necesaria. La cúpula del gran templo, el de Ramsés II, tiene unos sesenta metros de envergadura y veinticinco de alto, convirtiéndose, en aquel momento, en la mayor bóveda portante de la época.



Emplazamiento actual de los templos.

El siguiente video, en inglés, muestra el proceso llevado a cabo para la creación de la cúpula de hormigón que protege y da soporte al templo, así como el método seguido para ensamblar los bloques de la fachada.


Fenómeno solar

En la ubicación original, la perfecta orientación de Abu Simbel hacía que dos veces al año, y con una precisión matemática, los rayos del sol penetraran en el templo hasta el santuario, situado en lo más profundo, iluminando las estatuas de Amón, Ra, y Ramsés, y quedando sólo la cara del dios Ptah en penumbra, seguramente de forma intencionada, ya que era considerado el dios de la oscuridad. Las fechas en las que este fenómeno tenían lugar eran el 21 de febrero, fecha del nacimiento de Ramsés II, y el 21 octubre, fecha de su coronación.

Statue of gods in Abu Simbel

Este fenómeno fue tenido en cuenta por los ingenieros en su traslado aunque debido a un error en el emplazamiento del templo y/o al desplazamiento acumulado del Trópico de Cáncer, durante los últimos 3.280 años, estos dos hechos se han desplazado un día (ahora se producen más próximos al solsticio de invierno), por lo que el fenómeno sucede el 22 de octubre y el 20 de febrero (60 días antes y 60 días después del solsticio, respectivamente). Hoy, el sol sigue conmemorando la gloria del gran faraón, pero con un retraso de un día.

Fuentes:
Coscorronderazon [blog que recomiendo], Icomos [Eng,Pdf], Skytamer, Egiptoforo, Enelvallearte, Life, Unesco [Pdf], Mupart [Pdf], Flickr I, Flickr II, Flickr III, Flickr IV.

Deja tu comentario: