La vida en un avión está garantizada por la creación artificial en el interior de la cabina, de una atmósfera parecida a la del nivel del mar. Para poder mantener la presión en la cabina en ese nivel prefijado hay que «insuflar» aire en el interior del avión mediante aire comprimido, que se extrae de los motores. Dicho aire se utiliza, además, para regular la temperatura en el interior de la aeronave. Ello se consigue mezclando este aire caliente con una cantidad variable de aire del exterior, obteniendo así una temperatura de confort de alrededor de los 23º C. Finalmente, el aire presente en el habitáculo se hace recircular a lo largo del mismo, con el objeto de economizar combustible.
Aunque son hechos muy raros, no quiero asustar a nadie, se pueden dar fallos en el sistema de presurización que pueden dividirse en dos clases. Los debidos al funcionamiento defectuoso de algún elemento que provoque una reducción gradual en la presión del aire en la cabina, y los producidos por desprendimiento, por ejemplo de una ventanilla, de una sección de parabrisas, de una puerta de emergencia o, en general, por algún tipo de desgarro en el fuselaje, y en los que la presión en el interior de la cabina desciende súbitamente.
Mientras la anomalía gradual puede ser controlada con procedimientos «normales», y sin demasiada urgencia, el segundo de esos fallos, denominado descompresión explosiva, no porque la causa sea una explosión, sino porque las señales, estampido y vapor se le asemejan, requiere una reacción inmediata de los pilotos. Estos deben realizar un descenso de emergencia hacia capas donde la atmósfera sea respirable mediante una rápida maniobra. De no hacerlo los ocupantes podrían morir de frío o asfixiados en poco tiempo ya que la temperatura a la altura de vuelo puede ser inferior a -50ºC y la cantidad de oxígeno en el aire insuficiente para sobrevivir.
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Quizás, la avería más espectacular relacionada con la descompresión explosiva, fue la registrada el 28 de Abril de 1988 por un Boeing 737-200 de Aloha Airlines (a la que pertenecen las fotos).
Volando a 7.300 metros de altitud sobre el océano Pacífico, el segmento del fuselaje del aeroplano que cubría la parte delantera del avión se desprende y salta por los aires. Los pasajeros, de repente, se hallan sentados al aire libre. Una azafata, que está sirviendo bebidas en dicho momento, es arrebatada del avión y cae al vacío. Su compañera sólo logra salvarse porque los pasajeros, sujetos por los cinturones de seguridad, la retienen con todas sus fuerzas. El capitán, Robert Schornstheimer, consigue aterrizar un cuarto de hora más tarde, con su avión convertido en un descapotable, en la isla de Maui, Hawaii. La mayoría de los 90 pasajeros ha resultado herida pero todos han sobrevivido. Posteriormente, los investigadores señalarían a grietas producidas por la corrosión en los remaches del fuselaje debidas a la filtración y el estancamiento de agua en las junturas, junto con la fatiga del metal, como culpables de un accidente que estuvo a punto de derivar en una auténtica tragedia.
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Actualización: Rober informa de que existe un documental de la serie MayDay: catástrofes aéreas hecho por National Geographic Channel que recrea este suceso.
Info sobre descompresión extraída tal cual de este artículo y este otro.
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