Algunas tradiciones africanas cuentan que los elefantes, cuando sienten que la muerte está cerca, abandonan la manada y, guiados por el instinto, se dirigen a un lugar que solo ellos conocen donde se amontonan las osamentas de sus ancestros. Allí, sobre una supuesta extensión de varias hectáreas los paquidermos se recuestan para dormir su último sueño.
Se comprende entonces, porque a partir de la segunda mitad del siglo XIX muchos cazadores, impulsados por esta leyenda y por la esperanza de hacer fortuna, arriesgaron su vida y su dinero en expediciones destinadas a encontrar estos "famosos" cementerios de elefantes y su consiguiente botín de marfil. Además, el descubrimiento ocasional de amontonamientos de esqueletos de elefantes reforzaba la convicción de los exploradores de que estos animales tenían un comportamiento especial a la hora de enfrentarse a la muerte y de que los cementerios, desbordantes del preciado marfil, eran reales.
Sin embargo, la existencia de estos montones de huesos no significa necesariamente que exista un comportamiento premeditado de estos animales. De acuerdo con la hipótesis planteada por algunos biólogos solo parte del mito es verdad.
La leyenda surgió a partir del hecho de que los esqueletos de elefantes se encuentran frecuentemente en grupos, cerca de fuentes de agua. Los elefantes con algún tipo de desnutrición (al igual que muchos otros grandes animales africanos como el rinoceronte) buscan instintivamente este tipo de fuentes acuosas, con la esperanza de que el líquido les permita mejorar sus condiciones. Aquellos animales que no logran mejorar su condición terminan muriendo cuando aún se encuentran en las proximidades del agua (y de las osamentas de otros elefantes). Debido a que las fuentes de agua no son muy abundantes en la sabana africana, los esqueletos de numerosos elefantes se encuentran agrupados en un mismo lugar.
Otros expertos aducen más causas. Sucede a veces que tras una sequía una manada entera es incapaz de seguir su camino hacia lugares menos áridos y muere de inanición. En otros casos, las arenas movedizas se transforman en trampas implacables para estos animales, cuyo peso puede alcanzar hasta cinco toneladas.
Cualquiera que sea la razón de estas muertes localizadas en zonas concretas, su explicación está muy lejana a la de los gigantescos cementerios que poblaban los sueños de aquellos amantes del marfil.
Se comprende entonces, porque a partir de la segunda mitad del siglo XIX muchos cazadores, impulsados por esta leyenda y por la esperanza de hacer fortuna, arriesgaron su vida y su dinero en expediciones destinadas a encontrar estos "famosos" cementerios de elefantes y su consiguiente botín de marfil. Además, el descubrimiento ocasional de amontonamientos de esqueletos de elefantes reforzaba la convicción de los exploradores de que estos animales tenían un comportamiento especial a la hora de enfrentarse a la muerte y de que los cementerios, desbordantes del preciado marfil, eran reales.
Sin embargo, la existencia de estos montones de huesos no significa necesariamente que exista un comportamiento premeditado de estos animales. De acuerdo con la hipótesis planteada por algunos biólogos solo parte del mito es verdad.
La leyenda surgió a partir del hecho de que los esqueletos de elefantes se encuentran frecuentemente en grupos, cerca de fuentes de agua. Los elefantes con algún tipo de desnutrición (al igual que muchos otros grandes animales africanos como el rinoceronte) buscan instintivamente este tipo de fuentes acuosas, con la esperanza de que el líquido les permita mejorar sus condiciones. Aquellos animales que no logran mejorar su condición terminan muriendo cuando aún se encuentran en las proximidades del agua (y de las osamentas de otros elefantes). Debido a que las fuentes de agua no son muy abundantes en la sabana africana, los esqueletos de numerosos elefantes se encuentran agrupados en un mismo lugar.
Otros expertos aducen más causas. Sucede a veces que tras una sequía una manada entera es incapaz de seguir su camino hacia lugares menos áridos y muere de inanición. En otros casos, las arenas movedizas se transforman en trampas implacables para estos animales, cuyo peso puede alcanzar hasta cinco toneladas.
Cualquiera que sea la razón de estas muertes localizadas en zonas concretas, su explicación está muy lejana a la de los gigantescos cementerios que poblaban los sueños de aquellos amantes del marfil.
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